martes, 9 de diciembre de 2008

EL JARDÍN DE MI INFANCIA

Esta historia comienza en el momento en que mi maestro nos marca la tarea de escribir una historia, basándonos en una imagen. Al no encontrar una imagen que me pudiese servir de musa, recurro a las imágenes de mi memoria. De mi niñez.

El plazo para entregar la historia esta por vencer, mi preocupación aumenta, no encuentro la imagen.

Por fin, una noche, a la mitad del torbellino de ideas que se suscita justo antes de dormir, encuentro una imagen, que quizá, con suerte, me pueda servir hoy. Es la imagen de un jardín, el jardín que fue el motor de toda mi curiosidad cuando niño.

Decido cruzar la calle, y gracias a la tecnología, capturo todas esas emociones en la pantalla de mi teléfono móvil. Ya con la imagen, me dispongo a hacer el fatídico intento de crear una historia en base a ella.

Tomas Ceballos es un niño normal, al que le gusta ir al parque, cuenta con 8 navidades. Tiene la ventaja de tener un parque a dos manzanas de su casa, pero, camino al parque tiene que pasar por la casa, por el jardín. Un jardín que despierta en él todas sus ilusiones, todos sus miedos, todas sus pesadillas… pero también todos sus sueños.

Era obscuro, y eso hacia que los dorados rayos de luz que lograban filtrarse entre las hojas de los árboles parecieran únicos en su genero, la humedad se podía sentir aun parado al otro lado de la cerca, despedía un olor que el niño recordaría muchos años después. Y los sonidos. Sonidos de míticas plantas y animales ficticios, que aunque no podía ver con los ojos, en su imaginación los dibujaba con rasgos definidos. Esto no fue una sola vez, cada vez que iba al parque ponía todos sus sentidos al máximo durante los cuarenta pasos que tomaba el recorrido por el jardín: veinte de ida, y veinte de vuelta.

Como cualquier niño, Tomas Ceballos había crece, y olvida todo lo que en un pasado lo hizo vivir. La sociedad y el erróneo concepto de madurez, se adueñan de su mente como tantas veces suele suceder.

Es ahora un adulto, con responsabilidades y asuntos pendientes. Siempre.

Por azares del destino que no mencionare por total irrelevancia para la historia, Tomas Ceballos se ve en la necesidad de recurrir a el barrio en el que vivió su niñez, a pie.

Sus pasos lo llevan a su antigua casa, y por lo consiguiente, al jardín, que como es obvio, provocaría una seria de recuerdos. Tomas recuerda, cuando se paraba en su pelota de fútbol para alcanzar a ver el jardín. La nostalgia es fuerte.

Sin siquiera tiempo para pensarlo, Tomas toca la puerta de la casa. Es abierta por una viejecita, de cuerpo pequeño y mirada bondadosa. Se hace a un lado. Él pasa, y recuerda que la casa esta exactamente igual a como el se la había imaginado. El se encamina automáticamente hacia el jardín. ¡por fin lo vería de cerca! La viejita lo sigue.

Por fin, después de empujar una puerta corrediza, sus emociones estallan, por fin estaba frente al jardín, su jardín.

Irremediablemente, las lágrimas brotan, una tristeza infinita embarga su corazón. La viejecita apoya su mano en el hombro de joven.

El no quiere consuelo, llora por una razón que lo vale, la única razón por la que se le permitiría llorar. Tomas Ceballos cayó en cuenta de que su niñez se fue, y no regresara jamás.

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