viernes, 30 de septiembre de 2011
Undécimo Día! (segunda parte)
jueves, 29 de septiembre de 2011
Undécimo Día! (primera parte)
martes, 27 de septiembre de 2011
Decimo dia!
domingo, 25 de septiembre de 2011
Noveno Día!
jueves, 22 de septiembre de 2011
Octavo dia!
Dia 8
Salimos del hostal y deje olvidada esta misma libreta sobre la mesa de futbolitos de la sala común, así que toda la visita al palacio de Versalles me estuve preguntando si la volvería a ver, o si “ya había sido”
Nos colamos en el metro para tomar el tour que sala a Versalles y que costaba 36 euros, pero como nuestro presupuesto estaba por los suelos, decidimos seguir al guía; un homosexual descarado que bien pudo haber pasado por el doble de Michael Jackson. Para no perder la costumbre, hicimos uso de nuestras habilidades físicas y brincamos de nuevo las puertas del metro, pues como este iba hasta Versalles, costaba 3 euros. Impagables por un simple metro.
Cuando llegamos a la entrada del palacio, nuestras mentes maquilaron las mas atrevidas para poder colarnos sin pagar, pero nuestros intentos fueron en vano. Decidimos que era una pendejada, y tuvimos que pagar 6 euros para poder entrar gracias a dios, que había descuento para estudiantes.
Todo iba tan bien, los 7 rufianes paseábamos por los laberinticos jardines, hasta que alguno de los hijos de puta que se hacen llamar mis compañeros de viaje, tuvo la brillantísima idea de hacer el resto del recorrido en un aparato del demonio, una maquina prehistórica y obsoleta en la que solamente los seres humanos de la más baja calaña se divierten. Bicicleta.
Como algunos sabrán mi habilidad para las bicicletas es mínima, por no decir nula. Y la realidad es que la idea de tratar de alcanzarlos me era bastante desagradable, pues conocía mis limitaciones. Trate de disuadirlos de esa idea con dos o tres patéticos intentos que no dieron resultado, y en menos de tres minutos me encontré sentado en una bicicleta, dispuesto a hacer mi mayor esfuerzo por no quedarme atrás. Juré mentalmente que no les daría el gusto de que me vieran caer, pues me haría acreedor de joda segura por un tiempo indeterminado.
Casi una hora completa estuve sufriendo, manejando el aparato del infierno con manos temblorosas, y movimientos torpes, hasta que alguno de mis valientes amigos, se le ocurrió bajar por una colina sumamente empinada. Estúpidamente, los seguí. Yo solamente podía ver como las piedras pasaban por debajo de mis pies, y me observaban como si fueran un centenar de navajas afiladas dispuestas a destazarme, mientras sentía mis manos exprimir los manubrios con afán de disminuir su maldita vibración. Gracias a alguna fuerza sobre natural. Y para desgracia de todos ustedes, lectores que ya estaban saboreando el sotaputamadrazo que me debí de haber dado, salí ileso. Aunque tengo que admitir que fue cuestión de minutos para que me las ingeniara para resbalar, y zafar la cadena de mi bici y llenar mis manos de grasa y un poco de sangre. Ningún golpe divertido.
Decidimos que no podíamos dejar que el palacio de Versalles Resultara invicto, así que nos las ingeniamos para colarnos a los dominios de María Antonieta, yo usando el pasaporte español de mi primo (Juan Pablo, agradece al guardia, que fue lo suficientemente miope, para pensar que nos parecíamos).
Para finalizar la visita al Palacio de Versalles decidimos remojar los pies en la fuente redonda del jardín principal. De verdad les digo, mis lectores, que nunca me imagine que existieran los orgasmos en los pies, pero después de caminar ocho días sin parar, mal dormir en hostales apestosos (sin contar aeropuertos, y suelos) y de montar bicicleta por todo el palacio, sumergir mis kiritzosas patrullas en la frialdad de esa fuente, fue la mejor decisión que he tomado en mi vida, fue tanto el placer y relajamiento, que coloque mis tenis entre mi nuca y el suelo y ¿Por qué no? Me dormí.
Farah, Juan Pablo y Mike se perdieron de los demás, y como empezó a caer una lluvia torrencial, Decidimos dejarlos a la bendición de Dios. Nos colamos con facilidad al tren, y nos dimos la sancochada de nuestras vidas, pues el aire estaba averiado, y hacía más calor que en el interior del Popocatepetl. Góngora se estreno en las cagotizas poliglotas cuando la señora que iba sentada junto a él, se la paso carajeandolo, debido a sus pésimos modales; subir el pie, abrir las piernas más de lo que le corresponde, etc.
En una estación del metro, los cuatro que quedábamos nos separamos pues tigre decidió irse al concierto de iron maiden y yo regresar al hostal a hacer mi maleta pues esta noche dormiríamos en el aeropuerto. Lo cagado de la situación, que apenas nos separamos tigre y yo, una bandada de embrocadores (inspectores) cacharon a Góngora y a Johan sin boleto de metro, las escusas mal balbuceadas fueron inútiles, y mis compañeros, fueron los ganadores de una jugosa multa de 40 euros cada uno. Los demás nos cagamos de risa y disfrutamos de su desgracia.
Tigre afirma que el mejor día de su vida fue cuando se separo de nosotros y compitió contra Europa, solo en un concierto lleno de metaleros mariguanos vestidos de negro y resultó triunfador.
Por fin nos juntamos todos en el hostal, platicamos un rato con los amigos que habíamos hecho (el best friend homosexual de Góngora) y las australianas que, hay que mencionarlo, no se habían cambiado de ropa, y una canadiense obesa y prepotente que se la paso atacando a Farah por su particular vestimenta (nadie la puede culpar).
Abordamos el metro 25 minutos antes de que dejara de funcionar, y por azares del destino, emergimos a la superficie en una barrio bajo de Paris, obscuro como la pez, y con una lluvia torrencial. Una escena digna de una película de terror, no teníamos ni la mas mínima idea de donde estábamos, el metro ya había dejado de funcionar, y el aeropuerto estaba a 25 minutos de nosotros… cuando la desesperación empezaba adentrarse en nosotros, como enviado por el barbas, en una calle pobre, en la que parecía totalmente fuera de contexto, apareció un camión que decía “aeroport”.
Johan le chifló y, mochilas al hombro, corrimos y tomamos el bus que nos llevaría al hostal de esa noche, el siempre cómodo, aeropuerto.
Dormimos como bebés, si alguna vez tienen que dormir en un aeropuerto de Europa, les recomiendo que sea en el de parís. Sin duda fue el más cómodo de todoslunes, 19 de septiembre de 2011
Séptimo Día!
La alarma decidió no sonar, así que nos despertamos justamente para no alcanzar la el desayuno del hostal; tuve que comprar en un minisúper mi desayuno, que consistió en un pedazo de queso que tenía una cubierta natosa que después de engullirla diligentemente, me enteré que no se comía. Pero gracias al fuerte estomago mexicano, la cagalera solo fue de dos días. Y en mi defensa, debo de decir que la madre esa que cubría el lácteo, no sabía del todo mal.
Como no teníamos hostal para el día siguiente, paseamos los alrededores buscando algún hotel, pero el único con cupo disponible, era un hotelucho de mala muerte, digno de una película de terror, en el cual el escusado asemejaba en lavabo (métanle imaginación, porque yo aún no lo termino de comprender). Decidimos que después de dormir en lujosos hostales y aeropuertos de 5 estrellas, no permitirnos bajar nuestra calidad y acordamos dormir en un parque antes de dormir en ese hotel.
A eso de las doce, dejamos nuestras mochilas en el hostal que por cierto se portaron de lujo y nos las guardaron, y nos encaminamos hacia la meca del arte… el Louvre. A pesar de que a Juan pablo lo había jalado la gorda la noche anterior, nos colamos en el metro sin pensarlo. Cuando llegamos al Louvre, nos sorprendimos por el tamaño de la fila, pero cuando vimos que avanzaba rápido dejamos de maquilar planes para colarnos y nos portamos como buenos ciudadanos e hicimos la cola completa; eso no quita que mientras esperábamos, le vimos el calzón a una güera desinhibida durante diez minutos, y que Farah sustrajera descaradamente las monedas de más alta denominación de las fuentes que rodean el patio del Louvre.
La larguísima fila no duró ni cuarenta minutos, y ya adentro, dejamos atrás el decoro, y nos las arreglamos para que de las 7 personas, solo paguen 2.
Como seguramente has escuchado, el recorrer todo el Louvre en un día, es humanamente imposible, y debido a nuestra excelente ignorancia en cuestiones de arte, decidimos tomar un recorrido de obras maestras, las cuales incluían íconos como “la victoria” “la Venus de milo”, “la virgen de las rocas” y por supuesto, el cuadro más famoso del mundo, “la mona lisa”. No puedo dejar de mencionar que cuando logramos llegar todos a primera fila, los rufianes fuimos los responsables de ensancharle la sonrisa a la misma Mona Lisa, después de que levantamos a Góngora de los huevos, justo enfrente de ella, a pesar de la muchedumbre que nos rodeaba.
Salimos de Louvre y nos dirigimos a la Catedral de Notre Dame, en la cual nos sorprendimos al ver una capillita dedicada la Virgen de Guadalupe. La recorrimos con cansancio y salimos de ahí hambrientos como lobos. Saliendo de la catedral, nos encontramos a un moreno que nos vendió unos dogos sobrenaturales, rebosantes de que queso y con doble salchicha. El combo del dogote y una coca de lata, por tan solo 5 euros. A pesar de que almorzamos tirados en la calle hasta que un amable oficial nos pidió que nos levantáramos, La comida nos supo a gloria. Regresamos colándonos en el metro, y se subió a nuestro vagón un grupo de americanos, en el que destacaba una hermosa gringuita, que no paro de coquetear, hasta que nos bajamos.
En el hostal nos recibieron con la buena noticia de que les habían cancelado, y tenían un cuarto para nosotros, el pedo es que solo era para 4 personas. Hicimos una rifa para ver quiénes eran los afortunados que dormirían en el suelo, y por supuesto fue uno de los ganadores, Mike y Tigre también sacaron el codiciado papelito que, por supuesto, decía “Sup”. Mientras algunos se bañaban Johan y yo le propinamos una vergonzosa goleada en futbolitos a Mike y a Farah, y a falta de la michoacana, tuvimos que jugar en una nueva modalidad denominada “cinco-cero Kebaps”
El Cuarto parece vómito de borracho y por primera vez estoy escribiendo en tiempo real mientras espero a que Mike le dé una última revisada a su mochila en busca de su tarjeta perdida para cancelarla en caso de que no aparezca.
Tigre y Farah se fueron al concierto de Iron Maiden Y Góngora y Johan a comprar vino para armar la pre aquí en el hostal.
No apareció la tarjeta y Mike la tuvo que cancelar, Juan pablo está enfermo durmiendo arriba (por cierto nuestro cuarto esta en el puto sexto piso) y yo me estoy quedando sin efectivo.
Afuera del hostal se armó el cagadero con toda la banda del hostal, jugamos yo nunca nunca y . Después nos fuimos a un bar que se llama clare de lune, y estuvimos tomando y platicando con dos australianas, una de las cuales estaba de muy buen ver. Gongora nos divirtio a todos con las "mil y un técnicas de un borracho"; las más remarcables fueron “el volantín” la lectura de palma, y el infalible “hilito”, aunque también se dislocó el hombro e hizo el pececito con sus dedos; algunos cayeron muertos, otros terminamos jugando “futbolín” en la madrugada.
En la noche cayó una tremenda tormenta que no dejó dormir a algunos infelices, pero los que estábamos en el suelo, ni nos enteramos.miércoles, 14 de septiembre de 2011
SEXTO DIA! PARIS
Dia 6
Después de una reconfortante noche en el aeropuerto, llegamos a parís a eso de las 10 am, en el vuelo tuvieron que cepillar a algún pobre cristiano, pues al parecer habían sobrevendido los vuelos.
Tomamos un camión que nos dejó en el hostal, y de ahí fuimos al súper a comprar el desayuno, (un pan seco imposible de tragar, y un licuado de nosequé que sabia a orina del mismísimo Satanás)
Nos encaminamos hacia el famoso arco del triunfo y caminamos como dos horas por los campos elíseos. A medio camino nos encontramos con el primer pelaná con las rodillas al revés, pidiendo caridad. Legamos a la rotonda y tardamos como 15 minutos en descubrir que para llegar a ella se tenía que tomar un camino subterráneo. Después de tomarle una foto encubierta a Osama Bin Laden, decidimos que la subida al arco del triunfo se salía de nuestro presupuesto, así que felicitamos a Napoleón desde abajo y nos colamos en el metro más cercano que nos llevaría hasta la torre Eiffel.
Cuando llegamos a la torre Eiffel, nos tomamos las fotos obligatorias, y nos escabullimos de los vendedores de chucherías, que nos ofrecían un sinfín de recuerditos. (Cabe recalcar que este es uno de los lugares donde nace la famosísima frase que nos acompañó por el resto del viaje, “two iuuuuro”). En el camino de la estación de metro a la torre, nos encontramos con la mayor congregación de gente de color que he visto en mi vida, un concierto de rap combinado con una reta de básquet masiva. Se los dejo a la imaginación.
Una vez entre las patas de la torre, decidimos hacer muestra de nuestra gran condición física, (o de nuestro piojismo mexicano) subiendo por las escaleras los primeros dos pisos de la torre. Juan pablo, demostrando su experiencia, se ligó a un guardia francés para que le rellene su botellita de agua. Algunos sin aliento, y otros casi sin pantalón, todos logramos subir hasta el primer piso.
Desesperado, cometí el error de dejar a todos atrás y subí al segundo piso esperando encontrarlos ahí. Falso. Después de esperarlos un rato y ver que no llegaban, me imagine que estarían en el tercer piso. Así que tome la única vía de acceso, un elevador atestado con un incombatible olor a xic, olor al que nuestras narices se acostumbrarían en poco tiempo.
Grande mi sorpresa cuando llegue al tercer piso y descubrí que el resto de los rufianes no estaban ahí. No me quedó de otra más que admirar la vista, disfrutar el momento, y acción obligatoria, escupir desde lo alto.
Mi perdida en parís fue uno de mis 4 o 5 momentos favoritos, que mencionaré a lo largo de este relato. El híbrido sentimiento de angustia, soledad, reto y esperanza, se conjuga para formar algo nuevo, una especie de lucha interna y shot de realidad.
Aproximadamente dos horas después, luego de contemplar la torre Eiffel desde todos los ángulos posibles, y recorrer las calles buscando las características camisas de la selección mexicana que portaban orgullosos mis compañeros. Los fui a encontrar en un performance de baile, en el cual dos negros con habilidades de baile que Johan vería con envidia, zarandeaban sin piedad a una pobre mulata. El rencuentro fue satisfactorio, sobre todo para mí, pues era el único mongol que se había quedado solo.
Después nos sentamos a tomar champaña mientras deleitábamos nuestras pupilas con la imagen de la torre Eiffel encendida, y los calzones de una rubia despampanante (blancos con rayas azules). Y tuvimos la fortuna de apreciar la efectividad de la policía francesa cuando un policía tacleó a un pobre paquistaní que sin duda había cometido algún atraco.
La regresada en metro fue particular, pues mientras brincábamos las puertas del metro, Góngora se aventó un clavado innecesario rayando así sus lentes buenos, pero lo más remarcable de la noche fue cuando la obesa jaló al geek justo antes de brincar, y le acomodó una cagotiza en francés, dando origen otras de las frases míticas del viaje. “Ya te jaló la gorda”.