sábado, 26 de noviembre de 2011

Vigesimoprimer Día (Pisa)



Día 21

El teléfono sonó a eso de las 7 am. Del otro lado de la línea estaba el bienaventurado filipino procurando no perder su trabajo y pidiéndonos evacuar lo más pronto posible.

Nos bañamos en chinga, hicimos nuestras maletas y al salir le agradecimos enormemente el favor que nos había hecho.

Salimos a la mañana veneciana con la esperanza de conseguir un tren hacia Florencia lo más rápido posible; después de idear la mejor manera de colarnos en el metro acuático, descubrimos que el siguiente tren a Florencia salía dentro de 4 horas. Así que decidimos pasear un poco más, comer un calzone delicioso, y después, dentro de las exploraciones, encontramos un muellecito casi al ras del mar, que se nos hizo el lugar perfecto para echarnos una siesta.

Mientras todos disfrutábamos de la tranquilidad, el picaculos de Johan se fue, con todo y maleta, a pasear por la ciudad. Las aventuras que vivió, tendría que relatarlas el mismo.

Mientras tanto, una señora evidentemente menopáusica, salió a cagotearnos por estar durmiendo como vagabundos y darle mala imagen a su hotel. Nos tuvimos más remedio que caminar unos 20 metros y acostarnos en una banca que estaba por ahí.

Despertamos justo para ir a abordar el tren que nos llevaría a Florencia.

Llegamos a la estación de Florencia como a las 3 pm y Mike nos dijo que ya estaba en el hotel. Un clásico hotelito atendido por un matrimonio italiano. Caminando llegamos a la “piazza san marco” nos registramos y hablamos con la señora en un intercambio cultural español-italiano.

Dejamos las maletas y decidimos dedicarle esta tarde a Pisa, en el camino hacia el tren, aun nadie sabe cómo ni por qué, perdimos al gordo Farah, que se quedó en varado solo en Florencia mientras el resto de los rufianes viajábamos hacia la torre inclinada.

Llegamos como a las 5 de la tarde a la estación de Pisa, y el último tren de vuelta a Florencia salía como a las 7 de la noche. Salimos de la estación, esperando ver la torre justo ahí, pues nos habían dicho que Pisa era un pueblito y que no tenía nada mas de interés turístico. Nos llevamos una sorpresa cuando nos dijeron que estaba bastante lejos. Así que emprendimos una rápida caminata que al poco tiempo se convirtió en una trotadita para poder llegar a la torre, tomarnos las fotos obligatorias, y regresar a tiempo para tomar el tren que nos devolvería hasta Florencia.

Por fin, sudados y agitados, llegamos a la torre, donde no solo nos dio tiempo de tomar la obligatoria foto de profile picture sosteniendo la torre, si no que hasta encontramos tiempo para unas cuantas obscenidades no dignas para este blog clasificación A.

Regresamos a la estación ya sin tanta prisa, pues calculando, nos daría tiempo de llegar sin tener que trotar de vuelta. Al final lo logramos, no sin antes tomarnos el tiempo para beber agua de un tubo oxidado que estaba por ahí, al que graciosamente fui empujado, llenando mi “teni” de un fango gris asqueroso. Como dato curioso, los restos de ese fango, siguen en ese zapato.

Cuando regresamos, descubrimos que Farah, ya había logrado meter de contrabando a Laura a nuestro cuarto y ya estaban los dos durmiendo cuando llegamos a despertarlos. Farah no solo se las había ingeniado para colar a Laura, sino que también para prender el aire acondicionado del cuarto, que evidentemente no venia incluido en el precio.

Esa noche nos salimos pues estábamos muertos.

martes, 15 de noviembre de 2011

vigésimo dia (Venecia)



Dia 20

Desde que repartimos los asientos de bus y y Johan vio que me había tocado el numero 77, predijo: “te va a tocar con un culo, ese es buen numero.”

Cuando llegué a mi asiento me di cuenta de que no era uno, si no dos culos. El único problema es que la menos guapa estaba sentada en mi lugar, como vi que eran amigas y yo soy un caballero de esos que se extinguieron en la época de la mesa redonda, le ofrecí cambiar de asientos, y ella me dijo que su lugar era el numero 12 de primera clase. Me senté ahí, pero después de un rato llego una señora diciéndome que ese era su lugar. Así que subí a pedirle su boleto a la italiana. Nunca entendí porque, pero el caso es que se quitó de mi asiento y me quedé con la otra, con la guapa. Joho, como buen picaculos, no tardó en acercarse y presionarme para que le saque platica, pero yo esperé para ni verme tan gañan.

Como 5 minutos después, sacó un libro de su mochila, y después otro, y otro más. De pura casualidad, yo estaba escribiendo nuestras aventuras en esta misma libreta. Volteé a ver los libros, para ver cuáles eran. Por su parecido al español, adiviné que el que estaba leyendo era “el principio del placer.”

Aproveché mi oportunidad y le dije que era un excelente libro (movida arriesgada dado que ni siquiera lo he leído) Ella me contesto con una sonrisa y al cabo de 1 minuto nos encontramos enfrascados en una deliciosa conversación sobre literatura. Resultó ser amante de las letras y además escritora, tenía 18 años y un acento que me enamoró.

Estuvimos platicando de libros y pensamientos propios por aproximadamente dos horas hasta que llego su parada. No logré convencerla para que nos acompañara a Venecia. Asi que nos despedimos, me dio su facebook, y solamente pude observar como mi primer amor europeo y fugaz, se bajaba del autobús.

En el camino los rufianes nos las ingeniamos para robarnos el café de la sección de primera clase (el mío termino derramado en el piso del camión).

Cuando llegamos a Venecia, no sabíamos como cruzar, hasta que descubrimos una especia de metro acuático y nos llevo al muellecito más cercano a la plaza san marcos.

Para nuestra mala fortuna, el hostal que habíamos apartado resultó ser un fraude pues se encontraba a las afueras de Venecia. Así que no nos servía de nada. Decidimos perder el dinero de la reservación.

Llegamos a la plaza san marcos, mochilas al hombro, y sin donde dormir, Mientras unos se quedaron cuidando las mochilas, otros nos dividimos en grupos de dos para encontrar algún hotel barato. Yo fui con Joho. Y mientras más preguntábamos, mas nos asustábamos del precio de los cuartos. Algunos llegaban hasta 200 euros la noche. Cada vez parecía más evidente que dormiríamos en el piso.

Al final Joho convenció a un filipino para que nos rente un cuarto para meter las maletas y aunque sea poder disfrutar de Venecia sin tener que estar cargando las mochilas. El cuarto costaba 100 euros, pero como iba dividido entre 5 (Farah no lo quiso pagar y cargó su mochila todo el puto día). El problema es que no teníamos donde dormir, pues el filipino nos dijo que era imposible meter a 6 personas en un cuarto para dos. Y que si lo permitía, estaría arriesgando su chamba. Nos contentamos con lo que habíamos conseguido, y salimos a conocer Venecia sin el peso del as mochilas.

Buscamos cagadero, pero rápidamente descubrimos que todos los bares cerraban temprano. Estábamos 6 cabrones en Venecia, sin nada que hacer así que pensamos… ¿Por qué no? Y pagamos una góndola de 100 euros entre todos que nos llevó por los canales más recónditos de la Venecia nocturna, mientras nosotros deleitábamos a los incautos transeúntes entonando, melódicamente, canciones mexicanas.

Nos bajamos de la góndola sin destino definido, y con la necesidad de hacer tiempo, pues íbamos a dormir en la calle. Caminamos por el malecón y nos sentamos en unas mesitas a orillas del mar a echar el casual relax. Mientras tanto la desesperación de Johan por la fiesta inexistente iba en aumento. Cuando ya no pudimos mas, decidimos ir al hotel, a buscar nuestras cosas para dormir en la calle; sin embargo, el sinvergüenza de Góngora se animó a pedirle al filipino que nos deje dormir a los 5 (Farah no había pagado) y después de una buena terapia mental, accedió cuando le prometimos que dejaríamos el hotel antes de las 8 am.

Nunca voy a olvidar la cara de Farah cuando nos vio levantarnos y entrar al hotel. Casi pude sentir su miedo ante la perspectiva de quedarse a dormir en los callejones de Venecia completamente solo, mientras los demás dormíamos en un cuarto de lujo. Su temor venció a su avaricia y exclamó. “está bien, está bien, lo pago” y entro a dormir con nosotros. Mientras los demás lo jodíamos incesantemente por haber cargado su mochila completamente en balde.

A pesar de que México estaba jugando la final del mundial sub 17 y de que Joho había logrado sintonizar el canal en la tele del hotel no aguanté y caí muerto a penas toqué la cama. A los tres que nos había tocado dormir en el suelo durante la tormenta de parís, nos toco dormir cómodamente en la cama. Mientras los demás se acurrucaban en distintos rincones del cuarto.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Decimonoveno Día (Viena)



Dia 19

Cuando desperté a eso de las 9:15 am, descubrí que ya nos había dejado el primer tren hacia Viena, pero si corríamos, todavía podíamos alcanzar el segundo. Mientras mis compañeros de cuarto terminaban de despertar, yo me bañé y baje a mandar un mail. Poco después bajaron y Jo, Mike y yo, nos dirigimos a Viena. Los demás, después de tratar de despertarnos, y no recibir respuesta, nos habían abandonado y se habían adelantado a Viena en el primer tren (Putos, nos Dejaaaaron)

Tomamos un taxi a la estación de trenes y corriendo, como de costumbre, compre un pedazote de pizza para acabarme los chingados florines que usan en Hungría (no sé el verdadero nombre de la moneda, pero nosotros les pusimos de cariño “florines”)

Como fuimos los últimos en abordar, tuvimos que ocupar asientos diferentes en el tren. Sin novedades llegamos a la estación de Viena como a la 1:30 pm.

Conseguimos que el único establecimiento de la estación que tenia internet, una panadería austriaca, nos rolara la clava de su internet, con la única condición de que compremos algo. A mí se me ocurrió comprar un pastelito rosado de aspecto afeminado, por el cual, hasta el día de hoy Jp me sigue jodiendo. Pero en mi defensa debo decir que estaba delicioso.

Por un inbox nos enteramos de que los demás estaban envergados pues y que no habían podido conseguir hostal, ni salir a conocer. Nos dijeron que los esperararmos en la estación. Una vez que llegaron se armó la polémica acerca de si debíamos cepillar Viena y largarnos directo a Venecia, pero por azares del destino el siguiente tren hacia Venecia salía a las 10:30 am del día siguiente, así que no teníamos más remedio que tratar de sacarle el mayor jugo posible a Viena.

No tuvimos que caminar mucho para darnos cuenta de que irnos hubiera sido un terrible error. Las calles transmitían una sensación de seguridad que nos gustaba a todos.

Seguimos caminando a la deriva, tomándole fotos a los lugares interesantes hasta que vimos una gran torre y decidimos caminar hacia ella. Entramos en una especia de avenida peatonal llena de tiendas y de gente tomando en los bares. Nos detuvimos un rato a escuchar a una pianista, mientras discutía con Góngora como demonios el payaso lograba formar corazones con los globos. Inventamos varias teorías interesantes, todas ellas, sin una pizca de lógica.

Después nos quedamos viendo una proyección como protesta contra el maltrato animal, hasta que nuestros estómagos, nos pidieron a gritos que retiráramos los ojos de semejante cantidad de sangre.

Seguimos caminando y nos encontramos a una trió de niñas que tocaban el chelo y el violín. Instantáneamente quedamos hipnotizados tanto con su música, como con su belleza. Y nos tumbamos al suelo a escucharlas tocar. Estando tumbados en el suelo, Mike se despidió de nosotros pues empezaría su aventura hacia Zúrich. Solo.

Salimos de la calle peatonal, y fuimos a conocer el resto de la ciudad. Farah, tomó prestado un capi yoyo e hizo varias gracias, las cuales celebramos con gran entusiasmo. Vimos unos edificios antiguos poca madres, y mientras seguimos bordeando el rio Danubio y vimos otro tipo de edificios pero ahora modernos, uno con un techo surrealista, y que tenía una especie de ojo que se movía, y otro con luces de led en todas las ventanas.

Nos llamó la atención las playas artificiales que los austriacos habían construido en un desesperado intento para ambientar un poco las obscuras orillas del rio. Lo peor es que funcionó, pues para nuestra sorpresa había varios incautos recostados en los camastros tomando luz de luna.

Viena es una de las ciudades más baratas, aunque no se compara con Budapest, compramos un cuarto de pizza por solo 2.5 euros y la cenamos sentaditos en una banca. A media calle.

De regreso a la estación, conseguimos una van para que nos lleve a todos. Cuando llegamos los guardias nos cepillaron y nos dijeron que no podíamos dormir ahí por lo que tuvimos que ir por las maletas y armar nuestro campamento en el andén del tren. Al aire libre.

Al principio el clima estaba excelente, un atrevido rufián cuyo nombren o mencionaré hasta se empelotó ahí mismo y tuvo la gracia de tirar su calzoncillo directamente a las vías del tren. Pero después de esto comenzó a hacer un frio encabronado, pero yo me metí a mi sleeping, me empierné con mi maleta, y dormí como princesa medieval. El resto de los rufianes, como no tenían sleeping, no corrieron con tanta suerte. Algunos hasta acusaron a los inocentes insectos de la región, de intento de violación.

Aproximadamente a las 5 am, llego un guardia, bastante amable comprado con los que nos habían tocado don anterioridad el cual nos sugirió que nos levantemos pues la gente iba empezar a viajar.

Así que recogimos nuestro campamento y bajamos a usar el internet en la panadería de la cual ya éramos clientes frecuentes.

Después caminamos a la otra terminal. Cuando llegó el tren, por las prisas, nos metimos a diferentes vagones, y mientras Góngora trataba de ocupar un compartimiento solo para nosotros, se hizo acreedor de otra cagotiza internacional, cuando una señora le gritaba “GO IIIIIIN”.

Descubrimos que los asientos se convertían en una cama, así que después de la terrible noche, nos tumbamos a dormir cómodamente, mientras la gente que pasaba se reía de la imagen de Góngora babeando.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Decimoctavo Día! (Budapest)



Día 18

A eso de las dos de la mañana siento que alguien me despierta y al destaparme el rostro bien cubierto por el sleeping, me encuentro cara a cara con un pinche pastor alemán que me olfatea sin pizca de cortesía.

Sosteniéndolo de una correa se encontraba una guardia del aeropuerto de gatwick que me preguntó a donde voy a volar y a qué hora, le contesté que nuestro vuelo salía hacia Budapest a las 9 30 am, y le mostré mi pase de abordaje. Después de que le indiqué, que los dos individuos que parecían indigentes venían conmigo y tomarían el mismo vuelo que yo, prácticamente nos deseó las buenas noches, y nos dejó dormir tranquilos.

Cuando el sol brilló tanto que se veía prácticamente ridículo que sigamos durmiendo tirados en el aeropuerto, y prácticamente para no contribuir al cliché mexicano, nos despertamos soñolientos y fuimos a documentar las mochilas.

A dos personas de que nos tocara el turno, Jp y yo notamos que la cara de Mike se ponía pálida de espanto, revolvía algo en su mochila y se alejaba con expresión adusta. Cuando regresó, nos confesó que se había acordado de que todavía tenía en su mochila la los residuos de una cierta sustancia estupefaciente adquirida en Ámsterdam, mejor conocida como “la bachita”.

“me encuentro en el avión de Easy Jet, viajando hacia Budapest, sin nada que hacer”

Nos bajamos del avión sin saber que pinche pedo con este país. Mi primera impresión fue de familiaridad, pues se notaba a leguas que Hungría es un país mucho más tercermundista que todos los que habíamos visitado durante las últimas dos semanas.

Tomamos un camioncito que nos llevó hasta el centro, y luego un metro percudido y grafiteado que nos llevó hasta la estación más cercana a nuestro hostal. Por medio de un inbox, nos enteramos que el resto de los rufianes se había ido al free tour, así que salimos a conocer Budapest por nuestra cuenta.

Caminamos bordeando el río Danubio, que es el que separa la ciudad en dos partes (Buda y Pest) Hasta que llegamos al edificio del parlamento, y nos tumbamos en los jardines para admirar su magnificencia.

Cuando decidimos que era tiempo, nos levantamos y fuimos a ver una exposición de fotografía al aire libre que tenía como tema “la soledad”; debo de mencionar que a pesar de no tener conocimientos acerca del tema, algunas de las fotografías me parecieron remarcablemente buenas.

De regreso al hostal, decidimos darnos un bocadillo en un restaurante que nos llamo la atención por su nombre, “Pizzeria Barat”, Donde nos atendió un viejo mal encarado y hostil al cual terminamos mandando al carajo por maleducado. La puta que lo parió, ojalá y su negoció quiebre pronto.

Terminamos atascándonos en McDonald´s, dos hamburguesas, papas, chesco rellenable, y hasta un helado, por solo 4 Euros. Por fin habíamos encontrado un lugar barato en Europa.

Una de las mejores partes del día, fue que el infeliz australiano que nos cobró las dos noches del hostal, debido a su grandiosa habilidad con los números, y a una secundaria evidentemente truncada a la mitad, nos dio mal el cambio, cobrándonos aproximadamente -2 euros. Así es lectores. Nos pagó por dormir en sus instalaciones. Cabe mencionar que nosotros somos personas muy honestas, pero contextualizando nuestra situación, llegamos a la conclusión de que definitivamente nosotros necesitábamos el dinero más que ellos. Así que permanecimos en silencio mientras nos regocijábamos interiormente.

Cuando llegamos al cuarto ya estaban los rufianes esperándonos, les contamos todo el desmadre que habíamos vivido en Inglaterra y Mike les dijo una mentira piadosa, que consistía en que Emma Watson, le había firmado el brazo, lo que despertó la envidia de todos los pobres engañados. (La firma que tenía en el brazo se la había hecho él mismo con un plumón prestado, y la torpeza de su propia mano izquierda)

Nos bañamos y salimos a buscar cagadero. La zona de bares y antros, se encuentra en una isla en medio de las dos partes de la ciudad. Y mientras caminábamos hacia la isla, no pudimos evitar detenernos para observar el paisaje de los tres castillos de Budapest iluminados que se reflejaban sobre las obscuras aguas del Danubio. El conjunto conformaba un paisaje sumamente admirable

Cuando por fin nos decidimos por uno de los antros, en el cual, gracias al señor, no cobraban la entrada.

Los rufianes se tomaron una cheva en la parte tranquila del antro y ahora sí, entrados en calor, nos dirigimos a donde estaba el cagadero. Estuvimos venadeando a una güera buenísima, pero al final, nadie se animó a acercarse.

En uno de los “roles” una doña cincuentona, no resistió los dotes de baile de nuestro querido Johan y se le aventó. Nuestro compañero, mostrando una gran integridad, rechazó a la veterana, a pesar de que la fémina, tenía el pezón de fuera.

De regreso al hostal, un grupo de mujeres nos pidieron que firmáramos una libreta para que una de sus amigas no se case. Todos firmamos con nombres como Gerardo Trejo, Javier Baduy, e inclusive, Rodney Mullen apoyó la petición.

Cuando Góngora estaba a punto de pagar su gyro a un turco rebuén pedo. Entra el Gordo Farah gritando a todo pulmón “HAYSTA EL PUTERO” (hasta el día de hoy, el turco sigue agradeciendo que el húngaro y el español no tengan ningún parecido, pues si algún cliente hubiera entendido eso, seguramente se habría levantado sin pagar). Johan, como ya había pagado su gyro, se quedó cenando con jp.

Corrimos como desesperados, y entramos a un cuartito de 2 X 5 donde había aproximadamente 2 caballeros, y 15 bailarinas exóticas, Todas sentadas. En el único tubo había una sola bailarina, que de no haber sabido que era una prostituta húngara, Probablemente los 7 rufianes nos hubiéramos enamorado de ella. La triste verdad es que estaba encabronadamente hermosa.

Cuando los “chulos” descubrieron que solo éramos un grupo de mexicanos avaros, que solo queríamos ver algunos chuchús sin tener que pagar, nos invitaron amablemente a retirarnos.

De regreso al hostal, me quedé con Farah e hicimos aproximadamente 20 minutos de cola en McDonald´s para comprar un puto helado que al final… ni siquiera hubo. Lo único bueno fue que Farah no perdió la oportunidad de nefastear a una pobre borracha pegándole una de las pulseritas del antro en la espalda sin que se diera cuenta.