martes, 15 de noviembre de 2011

vigésimo dia (Venecia)



Dia 20

Desde que repartimos los asientos de bus y y Johan vio que me había tocado el numero 77, predijo: “te va a tocar con un culo, ese es buen numero.”

Cuando llegué a mi asiento me di cuenta de que no era uno, si no dos culos. El único problema es que la menos guapa estaba sentada en mi lugar, como vi que eran amigas y yo soy un caballero de esos que se extinguieron en la época de la mesa redonda, le ofrecí cambiar de asientos, y ella me dijo que su lugar era el numero 12 de primera clase. Me senté ahí, pero después de un rato llego una señora diciéndome que ese era su lugar. Así que subí a pedirle su boleto a la italiana. Nunca entendí porque, pero el caso es que se quitó de mi asiento y me quedé con la otra, con la guapa. Joho, como buen picaculos, no tardó en acercarse y presionarme para que le saque platica, pero yo esperé para ni verme tan gañan.

Como 5 minutos después, sacó un libro de su mochila, y después otro, y otro más. De pura casualidad, yo estaba escribiendo nuestras aventuras en esta misma libreta. Volteé a ver los libros, para ver cuáles eran. Por su parecido al español, adiviné que el que estaba leyendo era “el principio del placer.”

Aproveché mi oportunidad y le dije que era un excelente libro (movida arriesgada dado que ni siquiera lo he leído) Ella me contesto con una sonrisa y al cabo de 1 minuto nos encontramos enfrascados en una deliciosa conversación sobre literatura. Resultó ser amante de las letras y además escritora, tenía 18 años y un acento que me enamoró.

Estuvimos platicando de libros y pensamientos propios por aproximadamente dos horas hasta que llego su parada. No logré convencerla para que nos acompañara a Venecia. Asi que nos despedimos, me dio su facebook, y solamente pude observar como mi primer amor europeo y fugaz, se bajaba del autobús.

En el camino los rufianes nos las ingeniamos para robarnos el café de la sección de primera clase (el mío termino derramado en el piso del camión).

Cuando llegamos a Venecia, no sabíamos como cruzar, hasta que descubrimos una especia de metro acuático y nos llevo al muellecito más cercano a la plaza san marcos.

Para nuestra mala fortuna, el hostal que habíamos apartado resultó ser un fraude pues se encontraba a las afueras de Venecia. Así que no nos servía de nada. Decidimos perder el dinero de la reservación.

Llegamos a la plaza san marcos, mochilas al hombro, y sin donde dormir, Mientras unos se quedaron cuidando las mochilas, otros nos dividimos en grupos de dos para encontrar algún hotel barato. Yo fui con Joho. Y mientras más preguntábamos, mas nos asustábamos del precio de los cuartos. Algunos llegaban hasta 200 euros la noche. Cada vez parecía más evidente que dormiríamos en el piso.

Al final Joho convenció a un filipino para que nos rente un cuarto para meter las maletas y aunque sea poder disfrutar de Venecia sin tener que estar cargando las mochilas. El cuarto costaba 100 euros, pero como iba dividido entre 5 (Farah no lo quiso pagar y cargó su mochila todo el puto día). El problema es que no teníamos donde dormir, pues el filipino nos dijo que era imposible meter a 6 personas en un cuarto para dos. Y que si lo permitía, estaría arriesgando su chamba. Nos contentamos con lo que habíamos conseguido, y salimos a conocer Venecia sin el peso del as mochilas.

Buscamos cagadero, pero rápidamente descubrimos que todos los bares cerraban temprano. Estábamos 6 cabrones en Venecia, sin nada que hacer así que pensamos… ¿Por qué no? Y pagamos una góndola de 100 euros entre todos que nos llevó por los canales más recónditos de la Venecia nocturna, mientras nosotros deleitábamos a los incautos transeúntes entonando, melódicamente, canciones mexicanas.

Nos bajamos de la góndola sin destino definido, y con la necesidad de hacer tiempo, pues íbamos a dormir en la calle. Caminamos por el malecón y nos sentamos en unas mesitas a orillas del mar a echar el casual relax. Mientras tanto la desesperación de Johan por la fiesta inexistente iba en aumento. Cuando ya no pudimos mas, decidimos ir al hotel, a buscar nuestras cosas para dormir en la calle; sin embargo, el sinvergüenza de Góngora se animó a pedirle al filipino que nos deje dormir a los 5 (Farah no había pagado) y después de una buena terapia mental, accedió cuando le prometimos que dejaríamos el hotel antes de las 8 am.

Nunca voy a olvidar la cara de Farah cuando nos vio levantarnos y entrar al hotel. Casi pude sentir su miedo ante la perspectiva de quedarse a dormir en los callejones de Venecia completamente solo, mientras los demás dormíamos en un cuarto de lujo. Su temor venció a su avaricia y exclamó. “está bien, está bien, lo pago” y entro a dormir con nosotros. Mientras los demás lo jodíamos incesantemente por haber cargado su mochila completamente en balde.

A pesar de que México estaba jugando la final del mundial sub 17 y de que Joho había logrado sintonizar el canal en la tele del hotel no aguanté y caí muerto a penas toqué la cama. A los tres que nos había tocado dormir en el suelo durante la tormenta de parís, nos toco dormir cómodamente en la cama. Mientras los demás se acurrucaban en distintos rincones del cuarto.

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