miércoles, 25 de julio de 2012

Mochileros 2008. Capítulo 1


El viaje comenzó el 25 de julio. Justo un día después de cumplir veintiún años.  Mi pequeña fiesta había resultado bastante interesante, y había terminado por sacar al último borracho como a las 5:30 de la mañana, cuando su descaro lo hizo orinar en mi jardín, y lo tuve que invitar, sin modales, a que se retire de mi casa.
Partíamos temprano, yo ya había dejado lista mi maleta de alpinismo, comprada con fines de maltrato, y pude dormir un par de horas antes de asistir a la cita. Era en casa de Beta.
Mi padre me llevó hasta el punto de reunión; el plan era que los papás de Beta nos llevaran hasta puebla, y ahí nos separaríamos de ellos y llevaríamos nuestro propio e incierto sendero. 
Los protagonistas de esta historia serán cuatro: Beta, cuyos padres son grandes conocedores del territorio mexicano, y nos harían el favor de llevarnos hasta puebla. Alfredo, novio de beta y mi mejor amigo,  viajero con experiencia previa en mochilazos, rides, y trato con hippies. Ale viaje, una de las pocas mujeres que tuvo los pantalones de aventurarse con nosotros en uno de los viajes de nuestras vidas. Y Tomy,  su humilde narrador,  que no contaba con nada de experiencia, pero si con mucha actitud y sentido de aventura.
Al fin llegamos todos a casa de Beta, desvelados, cansados, emocionados, y ¿por qué no decirlo? Un poco asustados.
Era temprano, pero nosotros estábamos ansiosos por partir pues sabíamos que nos esperaba un largo viaje. Cuando la camioneta estuvo llena de nuestros cachivaches, zarpamos sin demora, al papá de beta le “pesaba la pata” y recorrimos la autopista a una velocidad nada despreciable. Las niñas hubieran querido ir un poco más despacio. El recorrimos la carretera sin contratiempos, e incluso el hermanito de beta de un año, Antoine, se comportó como un niño grande y casi no lloró. No sabíamos lo que nos esperaba.
Llegamos a Acayucan a eso de las 11 de la noche. Por lo cual solo tuvimos tiempo de tomar una rápida cena y descansar para el día siguiente. Pues faltaban varios kilómetros por recorrer. Dormimos en un hotelito de paso el cual el papá de beta tuvo la bondad de pagar. Pero nos advirtió que no nos acostumbremos.  Todavía me es difícil entender por qué estar sentado en la parte trasera de un vehículo resulta tan agotador, pero la verdad es que dormimos como bebés.
Despertamos con el sol. Pues el papa de beta había planeado algunas paradas para hacer el día un poco más divertido que el anterior, que había sido específicamente para viajar.  Tomó el desvío hacia los Tuxtlas, que es un conjunto de pequeños poblados mágicos de Veracruz.  Nuestro primer destino fue la cascada. Unas enormes cataratas donde habían sido grabadas varias películas; entre ellas, la famosa apocalypto. Según los rumores, es la cascada desde la cual se tira el personaje principal del famosísimo video de youtube,  apocalypto yucateco… si, aquel de “este es mi tereno”. Al papa de beta le hubiera gustado un pulmón extra para bajar las escaleras que nos condujeron a los bajos de la catarata, donde el estruendo del agua era ensordecedor, y las partículas flotantes de H2O te empapaban aunque no quisieras.  
Aún más impresionante que la misma cascada, era la vibración que el agua producía. La sensación de que las piernas te estaban temblando aunque estuvieras a una distancia considerable de la caída de agua. Los chamanes del lugar dicen que la energía del lugar es mágica y altamente curativa. El grado de veracidad es un misterio. Lo cierto es que a pesar de estar lejos de ahí mis piernas seguían teniendo esa sensación entre entumida y temblorosa que me resultaba tan extraña. 

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