sábado, 15 de octubre de 2011

Decimoquinto Día (primera parte)


Día 15

A pesar de que sabíamos que había trenes a las 6:48 y a las 8:48, decidimos darnos el lujo de dormir un poco, y tomar el tren que salía hacia República Checa a las 10:48 am.

Mientras esperábamos que llegue nuestro tren, acordamos aplacar nuestros antojos con un delicioso desayuno de nuestro restaurante favorito (y el único que podíamos pagar) McDonald´s.

Después de ver el menú y decidir cuidadosamente, ordené una malteada de vainilla, y dos veggyburguers, que por cierto, estaban de lujo. Pagué con mi tarjeta de débito, y salí corriendo hacia el andén, pues el tren acababa de llegar, claro que antes, sustraje discretamente unas cuentas nutellas y mermeladas de la barra de desayunos.

Subimos al tren corriendo, al último segundo, como siempre. No llevaba ni 5 minutos de haber partido, cuando sentí que la presión se me bajaba, la sangre se escapaba de mi rostro dejándome pálido. Hijo de las mil putas. Había dejado mi tarjeta en la terminal de McDonald´s.

Respiré profundo y me calmé, y comencé el tardado proceso de tomar una decisión. Solo había dos opciones, esperar a llegar a Praga y cancelar la tarjeta, o bajarme en la próxima parada e ir a recuperarla…

No sabía qué hacer y busqué consejo en mi hermana, le mande un mail desde el único celular que servía, (el de Joho). Y como siempre, ella me contestó con sabias palabras. Y como siempre, Ignoré los múltiples consejos y tomé la decisión. Pregunté cual era la siguiente parada del tren y me dijeron que estaba aproximada mente a dos horas de distancia, y era una ciudad que se llama Dresden. So be it.

Esperé las dos horas, y cuando llegó la parada, me despedí de los rufianes, nervioso, si. Pero aún mas emocionado por la aventura solitaria que me estaba esperando. No tuve que esperar mucho tiempo en Dresden para tomar un tren que me llevara de nuevo hacia Berlín.

Verán, la soledad es algo que nunca me ha asustado, si no todo lo contrario. Y en Alemania, tiene un sabor especial; sobre todo porque tenía el fin de enmendar un error que yo mismo había cometido.

Los siguientes fragmentos son copiados íntegramente de la libreta en la que escribí los lineamientos de esta historia.

“es la 1:11 de la tarde y estoy sentado en el tren de regreso a Berlín. Me separé del grupo con la esperanza de recuperar mi tarjeta, y de paso evitar darle un arma más a Don Tomás Ceballos para que se burle de mi”

“son las 3:12 y no sé si tomé la decisión correcta, si la tarjeta no está, creo que me voy a tener que matar a alguien”

“son las 4:23 y ya tengo mi tarjeta conmigo, afortunadamente, nadie va a tener que morir”

Así es, regresé a Berlín y después de una larga platica con la gerente de McDonald´s, en la que la tuve que convencer por todos los medios de que la tarjeta era mía, me la devolvió.

Me dirigí a Dunkin Donuts, y me compré 6 donas como premio de consolación por haber perdido tantas horas de mi viaje.

Me dirigí al mismo maldito restaurante, y como acto de venganza, reciclé un vaso de quien sabe quién, y lo rellené.

Me senté en el suelo de la estación, con el ipod sonando, coca gratis, donas deliciosas, y lo más importante, mi tarjeta de debito, bien guardada en mi billetera. No les miento, la sensación de bienestar e incertidumbre que sentí en ese momento, convirtió ese día, en el mejor de mi viaje. Pero mi aventura no terminó aquí. Not even close

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