miércoles, 5 de octubre de 2011

Duodécimo Día!


Dia 12
Una vez más, y para no perder la costumbre, la alarma brilló por su ausencia; mientras los demás nos esperaban arriba ya listos para el check out, Góngora, jp y yo seguíamos durmiendo plácidamente hasta que Mike nos vino a joder la vida.
Como siempre, llegamos media hora tarde al check out, temiendo que nos impusieran una multa, pero el chino estaba tan apendejado que ni se inmutó. Después nos dividimos en dos grupos, unos para ir a separar el hostal de Berlín, otros para encontrar algún lugar donde podíamos dejar las maletas durante todo el día, y otra tanda se quedo en el loby del hostal cuidando las maletas.
Gracias a las habilidades cibernéticas del geek, el hostal estuvo reservado en cuestión de minutos. Los encargados de los lockers, no fueron tan veloces. Una vez que los rufianes estuvimos juntos fuimos todos a dejar nuestras mochilotas en los lockers, que estaban justo en la estación de tren (que por cierto aceptaban tarjeta).
Corrimos para ver si llegábamos al free tour y, contrario a nuestra costumbre, lo logramos.  Tomamos, el free tour con aurora, una española open mind, que no dudó en confesar que le encantaba en sexo y la marihuana. Fue ella misma, la que nos dijo que los brownies de la noche anterior era una farsa, pero que había un coffe shop que vendía unos que realmente si te pegaban.
Nos contó un poco de la historia de Ámsterdam, por qué las casas estaban chuecas, un poco de su economía, y de su oscuro pasado cuando se convirtió en ciudad protectora de judíos, y sufrió las consecuencias.
El tour termino a unas cuadras de la casa de Anna Frank, y cuando nos dejamos de mover, nos atacó un frio glacial, se me congelaron las orejas (que como algunos saben, son bastante prominentes) así que tuve que comprar un gorrito de esos que jamás uso, y me costó, 7 malditos euros.
Después de un poco de polémica, decidimos entrar al museo de la casa de Anna Frank, pues a pesar de que costaba 8 euros, era lo más cultural que había en Ámsterdam. Recorrimos la casa y escuchamos atentamente las explicaciones y debo de admitir que la realidad era aún más cabrona de lo que me había imaginado cuando leí el libro.
Por cuestiones de horario, ya no pudimos llegar al tour del sexo (gracias al barbas, pues costaba 10 hijos de puta euros, los cuales yo me resistía a pagar); sin embargo jp el “morbodrogo” no se fue invicto, pues nos arrastró a todos al museo del sexo, que a mi parecer fue una pérdida de tiempo y de dinero (2 euros).
Nuestro tren hacia Berlín salía a las 7 am, así que teníamos que varias horas para matar el tiempo en Ámsterdam; el morbodrogo insistió en que quería probar los efectos del brownie, pues los del día anterior habían sido un embuste, así que lo acompañamos todos a comprar su substancia. Para nuestra fortuna, de regreso nos encontramos a un músico callejero que escuchamos por más de dos horas, mientras veíamos atónitos como se iba haciendo rico. Hijo de puta.
Como nos moríamos de frio, buscamos resguardo en un un baresito que había por ahí, y joho y tigre pidieron una cerveza; cuando la plática de fútbol se agotó, decidimos que ya era hora de ir a cenar, así que fuimos a McDonald´s y a las famosísimas papas en cono, que por cierto, simulaban a los pescados de Jesucristo, pues por más que comíamos, no se acababan.
Cansados, nos dirigimos a la estación de trenes a ver si lográbamos urdir algún truco para poder quedarnos a dormir ahí mientras esperábamos nuestro tren (el frio estaba encabronado). Gracias los tickets de los lockers, logramos entrar al calorcito de la estación, y subir a la plataforma 8 a dormir. Yo me acomode plácidamente dentro de mi sleeping bag, el que, a estas alturas, ya era lo mismo que una cama con colchon spring air. Los demás se acurrucaron en las bancas y todo el mundo parecía perfecto, hasta que un policía holandés con un nivel de educación aún más bajo que la temperatura de afuera, me arrancó despiadadamente de los brazos de Morfeo propinándome una nada sutil patadita en la suela de mi zapato. Acto seguido, me nos invitó a todos a retirarnos de la estación. ¡La concha de su madre!
Bajamos a buscar las mochilas y descubrimos que Farah, siempre Farah, (a pesar de que siempre presumía que él no perdía nada) había perdido su ticket, y en ese locker estaban las mochilas de Johan y de Mike. Mientras nos carcajeábamos de la situación, Mike, Johan y fara, se fueron a rolar por la estación para ver si lograban encontrar el ticket. Los demás nos acostamos por segunda vez en el cuarto de los lockers, rehusándonos a salir a frio ártico que azotaba afuera de las puertas de vidrio. El placer no duró mucho, pues llego el pinche gordo pelón (otro policía malhumorado) con un particular silbato, y sin misericordia, nos mando al carajo.
Escudándonos con el pretexto de que nuestros amigos estaban en camino y echando un choro inservible, pues creo que el pinche pelón ni hablaba inglés, logramos  mantenernos en la estación durante otros veinte minutos, hasta que regreso el hijo de la chingada, y nos sacó a todos definitivamente de la estación.
Ya afuera de la estación, nos encontramos a otras 40 personas en nuestra misma situación, así que optamos por el calor humano, y terminamos pernoctando en unas escaleras al aire libre. El frio, era implacable, pero gracias a mi sleeping bag, yo dormí como campeón, empiernado con mi mochila, no vaya a ser que se la chinguen.
A la hora indicada, subimos a activar el euriel, y tomar el tren que nos llevaría a Berlín.

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