domingo, 9 de octubre de 2011

Decimotercer Dia!







Dia 13

Nosacomodamos en el tren y yo me senté solo, con tal de que me tocara ventana. Alos 5 minutos se sentó al lado de mí, un polaco hasta las chanclas de pedo, queestaba saliendo de la White Party y había agarrado el primer tren para regresara su casa. Estuve platicando con él como por media hora. Nunca supe su nombre.Cuando llegamos a su parada, nos despedimos, y yo me dispuse a abandonar Holandaacurrucado en los brazos de Morfeo.

Después delo que me parecieron 30 minutos, aunque en realidad fueron 5 horas, llegamos ala capital de Alemania, descansados y listos para conocerla; en los centros deinformación que se encuentran en todas las estaciones de trenes conseguimos ladirección de nuestro hostal, por cierto, teníamos que llevar la direcciónescrita, ya que nuestras hábiles lenguas, no estaban preparadas para pronunciarsemejantes trabalenguas.

Mientras nosotros comprábamos nuestra comida enMcdonalds, a Farah se le ocurrió que sería un buen momento para ir a comprar sus boletos de tren, pues el hijo deputa había sido tan codo que no había querido pagar el euriel. (Para nuestrafortuna, ya verán por que en unos días)

Como elgordo no daba indicios de regresar Johan “el picaculo” Águila y yo, decidimosadelantarnos a buscar el hostal mientras los demás lo esperaban; nos perdimosun poco, pero al final lo encontramos. Nos dieron un cuarto de 8 personas quecompartimos con una desafortunada brasileña. Que se tuvo que chutar, sin opción,nuestros malos olores.

Por fin nosbañamos, nos cambiamos y salimos a cenar y a hacer tiempo para ir a nuestraprimera experiencia de “pub crawl”. Cenamos unas salchichas alemanas que nos vendióun pelaná no que hablaba nada de inglés, y yo por pedir un combo diferente, Salíperjudicado y pague 3.40 euros por una chingada salchicha. Estaba buena, perono es para tanto.

Como había unpoco de frio y de lluvia, y todavía no era hora para el pub crawl, decidimostomarnos un cafecito caliente al aire libre. Farah, Góngora y Tigre quisierondegustar la famosa cerveza alemana, y yo pedí el mejor café caliente que heprobado en mi vida: “Latte Machiatto Karamel”. Ca-rajo, que bueno estaba.

Estuvimosaproximadamente una hora disfrutando del clima berlinés hasta que fue hora delpub crawl; un tour de 5 bares donde se junta la gente de diferentes hostales aponerse hasta el totopo. El precio oficial era de 12 euros, pero por ser unhombre sobrio, conseguí que me lo dejaran a 6. Nos juntamos todos en un bar enel que había barra libre de cerveza, y todos mis compañeros aprovecharon parasubir, en la mayor cantidad posible, el alcohol que corre por su torrente sanguíneo.Un pelaná mamey le dio a Joho el susto de su vida amenazándolo de broma en elbaño de rammstein.

Nos reímos acarcajadas, cuando un veterano alemán, descaradamente homosexual, y para colmodisfrazado de golfista, trató de llevarse a Farah al baño, con retorcidasintenciones. Lo mejor, es que tenemos la prueba en video (arriba), de queFarah, confesó que por 200 euros… podría ver “que pedo”

Empezamos acaminar de bar en bar y cada vez que los rufianes pedían algún trago, se loscomplementaban con un shot de jagger. En el penúltimo bar, Jp Estuvodiscutiendo para que le rebaje el precio de la bebida, pues ya le daba coderaseguir pagando. Mientras tanto, Góngora se ganaba la enemistad de una gringuitade 19 años de bastante buen ver, cuando, discretamente, le robó su cambio,pensando que era mío, mientras yo platicaba con ella. Cuando notó su molestia,no le quedó de otra más que recurrir al infalible “volantín” por segunda vez enel viaje.

Cuando Juan Pabloestuvo lo suficientemente pedo, corrió a los brazos de un alcohólico inglés quepor azares del destino vivía en Mánchester y era fanático del chicharito, miestimado primo se encontraba en la gloria.

Al fin,junto con la bola de borrachos, nos subimos al tren que nos llevaría al últimodestino, un antro. Como te podrás imaginar, el tren era un cagadero, el Gordo Farahse colgó boca debajo de las agarraderas, mientras la gente hacía cola paratamborilear sobre su panza, como si fuera un intento barato del gran Buda.

Llegamos alMatrix, que era un antro de alemanes, y entramos todos en pandilla. Habíamujeres por todos lados, y de excelente calidad, el problema es que la máschaparra estaba más o menos de mi estatura. Mientras daba mi primer rol entrepilares (gente sumamente alta) me encontré con que un pelón de dos metros empujabaa Farah hacia la salida, traté de dialogar con él, pero el hijo de la gran putano me hizo caso y terminó sacando a fara del antro… cuando el pobre no llevabani 5 minutos adentro. Como acto de solidaridad, Góngora salió con él

Los demásnos quedamos en el antro bailando con las que ya habíamos conocido en el pubcrawl, y cuando teníamos suerte, hasta con las alemanas. Todo iba muy bien,hasta que ocurrió.

En una deesas miradas perdidas que disparas hacia la barra, vi a uno de los rufianes en acción.Despaché sin sutileza a la ingeniera física con la que me encontraba bailando(de la cual no me enorgullezco) y corrí a ver lo que estaba pasando.

Me encontré conuna escena que no tiene precio. Uno de los rufianes, Mike para ser exacto, seencontraba lengüeteándose nada más y nada menos que a la hija de…APU.

Una Hindú,que según los rufianes, no dabas un peso por ella. Cuando vimos ese repugnante paisaje, decidimosque era hora de marcharnos, antes de que las cosas se pusieran peores.

De puracajeta, como de costumbre, conseguimosun taxi para ocho personas y logramos regresar juntos al hostal, por supuesto,no dejamos de cantar la famosísima canción, que se volvería un hitinternacional… “mi boca saaaabe a kebaaap”
En el camino al hostal, tigre llegó a quedar inconsciente,tanto que se durmió en el piso del elevador y levantarlo fue un pedo.

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