lunes, 12 de septiembre de 2011

Quinto día Eurotrip!


Día 5


Desperté temprano, tal vez por el persistente tufo de alcohol que despedían los poros de mis maltrechos amigos. Teníamos que dejar el departamento a las 11 am, y si no lo entregábamos limpio, corriéramos el riesgo de ser castigados con una penalización monetaria, así que sin sueño ni nada más que hacer… me puse a limpiar. Tomando en cuenta mi total inexperiencia en esta área, se puede decir que no estaba tan perdido, cuando metí todo los platos con restos casi vivientes de la pasta de Góngora al lavavajillas, le puse una temperatura encabronadamente caliente, y todos los tipos de jabón (polvo, liquido, y barra) que encontré en el departamento y apreté con fuerza el botón de “start”.

Como vi que mis compinches no tenían la mas mínima intención de abandonar a Morfeo, tuve que entrar cuarto por cuarto a gritarlos a los pelanás que ya era hora de dejar el departamento, así que nos dimos el ultimo baño decente de todo el eurotrip (el baño de los 7 vientos, en este puto ya se había transformado en el baño de los 7 infiernos y para entrar en él, necesitabas un traje anti-radiación).

Desalojamos el departamento casi con la seguridad que nos llegaría alguna multa o penalización, por lo madreado que lo dejamos. Pero lo que nos preocupaba en ese momento, era encontrar algún lugar para poder dejar nuestras mochilas, ya que no las podíamos pasear por todo Barcelona, visitar el camp nou, la sagrada familia, y llegar a tiempo al aeropuerto para tomar nuestro vuelo. Así que por fin, después de recorrer varios callejones encontramos a la segunda (y última) española dispuesta a ayudarnos. Era una agencia especial para dejar nuestro equipaje, y para nuestra fortuna, contaba con una computadora, desde la cual, nuestro experto en informática, Juan Pablo Millet “el geek”, logró conseguir hospedaje en un hostal de parís. Cabe recalcar que mientras él efectuaba la transacción, los rufianes nos divertimos jugándole una broma y haciéndole creer que algún astuto carterista, se había robado su maleta (la cual dejó en la entrada del establecimiento). Nuestros intentos cesaron cuando vimos la que su rostro iba perdiendo color cuando reparó en que su maleta, de un naranja chillante, no estaba. Así que nos reímos y le indicamos el locker en el cual la habíamos escondido.

Ya sin el peso extra, seguí a mis emocionados compañeros hasta la estación de metro, en la que vimos como un desvergonzado negro vendedor de piratería y/o artículos robados, se colaba sin la menor culpabilidad, entrando por la salida. No lo pensamos dos veces y lo imitamos. Sintiéndonos felices por haberle robado una vez más a Europa. La adrenalina se sentía tan bien, que decidimos colarnos en todos los metros de aquí en adelante.

Llegamos al Camp Nou y nos alegramos sobremanera cuando nos enteramos que el estadio contaba con el tan maravilloso, “descuento de estudiante” así que entramos con una sonrisa en los labios.

Algunos de mis compañeros que son súper fanáticos del Barcelona, estaban al borde del clímax mientras observaban todos y cada uno de los objetos que ahí se presentaban. Yo, que mantengo la teoría de que el fútbol está hecho para jugarse, y no para verse sentado en un sillón, no conocía ni a la mitad de las personas que mis compañeros admiraban, y Farah, estaba aún más perdido que yo. Sin embargo tengo que admitir que el museo del estadio es un derroche de efectivo, y las instalaciones están de lujo. Pantallas táctiles como ipods gigantes, miles de fotos en formato digital, y hasta una pequeña sala de cine en la que se proyecta una breve historia del equipo, que sin duda tiene mucho que relatar. Sin duda mis compañeros podrían hablar mucho más acerca de esta visita, pero la verdad es que yo estaba tan cansado, que aproveche el fanatismo de mis compinches para echarme una siestecita en nada más y nada menos, que las gradas de Camp Nou.

Por fin, salimos de ahí y nos encaminamos hacia la sagrada familia, cosa que, en lo personal, me emocionaba mucho más. Teníamos prisa, pues alguien nos había comentado que la iglesia de Gaudí cerraba a las 6, y ya eran cerca de las 4:30, así que no tuvimos más remedio que colarnos en el metro de nuevo, para llegar rallando a las 5 a la Sagrada familia.

Es mencionable que en durante la cola, todos tuvimos que pagar, pero el cobratario de la ventanilla tuvo la mala idea de agacharse a buscar una moneda justo en el momento que a Farah, le tocaba pagar. Un segundo fue suficiente para que el gordo haga una demostración de habilidad y escabulla su rechoncha silueta por debajo de los barrotes giratorios. Una vez más Farah se había clavado a Europa.

La sagrada Familia nos tenía impresionados, el detalle con el que están esculpidas las fachadas, convierte al edificio en una magnánima escultura, mucho más que una obra arquitectónica. En mi muy personal opinión, debo de decir que fue lo que más me impresionó de todo el Eurotrip, aunque vimos muchos monumentos mundiales.

Salimos de la sagrada familia muertos, dispuestos a convertir al aeropuerto en nuestro mejor hostal; así que regresamos con la española que nos había rentado los lockers, nos echamos las mochilas al hombro, y tomamos un autobús que nos dejó en nuestra terminal. No tardamos ni diez minutos en convertir la sala de espera en un excelente campamento lleno de cansancio y malos olores. (foto arriba)

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