domingo, 25 de septiembre de 2011

Noveno Día!



DIA 9
Llegamos a Londres a eso de las 9 am, y nos llevamos una gran decepción cuando nos vimos obligados a comprar un day pass para el metro, pues este si está controlado por unos pelanás de azul que se paran en todas las entradas.
Emergimos a la estación de King Cross, al borde de fallecer de inanición y nos fuimos a comer unas hamburguesas callejeras que nos devoramos tirados en el suelo como buenos Homeless; Después nos dirigimos a la estación de trenes a tomarnos la foto obligatoria en la plataforma 9 y ¾, y emprendimos una búsqueda para encontrar el hostal, que supuestamente se encontraba a unas cuadras de ahí. Al fin lo encontramos, “Clink” o algo parecido. ya en el hostal, nos bañamos y cambiamos por que les recuerdo que habíamos dormido en el aeropuerto la noche anterior, y salimos en pos de una caminata de la ciudad.
Esa caminata situó a Londres como primer lugar en mi top de ciudades favoritas. Caminamos por la orilla del rio sucio, y Tigre tuvo el descaro de decir que Londres le recordaba a Campeche, como es lógico, le desbaratamos el autoestima en cuestión de segundos con categóricas jodas. Caminamos hasta que llegamos a una placita bien fresa en la que nos sentamos en unas escaleras a admirar los calzones de las mujeres que, distraídamente, se acercaban a la barandilla del segundo piso del bar de la plaza. Seguimos caminando a las orillas del rio Támesis, y mientras concursábamos a ver quien le daba una pedrada a un barril que sobresalía del agua, Tigre encontró un pedazo de hule, y no dudó en usarlo ofensivamente contra la pierna de Juan Pablo, el cual gritó a pleno pulmón, jurando venganza. (La cual todavía está pendiente).
Admiramos edificios como “el huevo” y “the bullet”, tomamos un chingo de fotos, y saludamos a unas viejas que estaban celebrando su “Prom” mientras paseaban en barco por el Támesis, se notaba a leguas que traían una buena fiesta cuando varias de ellas nos saludaron entusiasmadas. Después vimos a unos pelanás patinando en un skatepark improvisado y fue el momento en el que más me arrepentí de no haber llevado mi patineta al eurotrip.
Por instrucciones de quien sabe quién (seguro del chingado Góngora) fuimos a un museo de la segunda guerra mundial, en el que vimos tanques de guerra y armas usadas por ingleses y alemanes para matarse entre ellos. También había un pedazo del muro de Berlín.
Cernamos con un turco que vendía unas pinches hamburguesotas y un costal de papas fritas a un ínfimo precio (Londres no es tan caro, si sabes dónde buscar) y nos dirigimos al hostal, dispuestos a dormir para estar enteros al día siguiente…
Pero no contábamos con que en el hostal se estaban hospedando 17 rumanas que se encontraban bailoteando en la minidisco del hotel. En menos de lo que dices “kebap” Tigre y Mike ya se encontraban bailando con un grupo de rumanas, todavía no había salido de mi asombro, cuando una de ellas se me acercó para pedirme encendedor, cuando le dije que se la debía, pues yo no fumaba, me propuso acompañarla afuera a fumar. La verdad es que salí con ella por pura cortesía, pues la verdad es que no pasaba, ni de panzazo, mi estricto control de calidad. Sin embargo, hay que reconocer que tenía un español excelente, el cual, según ella, aprendió viendo las novelas mexicanas que se transmitían en su país; menciono algunas como “patito feo” “rebelde” y “amigos por siempre” o alguna pendejada de esas. Apenado por tener que cortar tan profunda e interesante platica, le dije que regresemos al hostal.
Como buenos mexicanos, ya estábamos haciendo un cagadero en la reducida pista de baile, hasta que llegó un rumanito vestido de azul al cual le apodamos “el pitufo” y quiso entrar al desmadre con nosotros. Farah, tigre, y Góngora, sin dudarlo, le dieron la bienvenida, con el primer levantamiento de huevos internacional. La gorda de rojo me seguía intenseando y me preguntó qué haría si me trataba de besar. Tuve que inventar que tenía una novia en México para poder zafarme, y espero que el Barbas no me condene por esa mentira piadosa.
Después la ví. Entre el mar de rumanas, descubrí una hermosa que recién había cepillado a un negro de dos metros y dije “esa”. No sé cómo, terminé bailando con ella y cuando estaba a punto de besarla, llegó la gorda de rojo a cagarme la vida una vez más; con semejante valentía, aún después del rechazo verbal, la infeliz sostuvo mi cara entre sus manos, y atacó con pericia, pretendiendo el ósculo (sinónimo de beso, tranquilos). Con toda la pena del mundo, la tuve que rechazar una vez más, abrazándola y diciéndole que mi ética personal, no me dejaba hacer esas cosas del demonio. Gracias a eso tuve que aguantar las jodas de mis amigos, y me enteré de que fue el hijo de puta de Mike el que le sugirió que efectuase aquel atrevido movimiento. Miguel, te repito: Chinga tu destino.
Cuando prendieron las luces subimos a dormir, pero los rufianes ya tenían la fiesta por dentro y armaron un cagadero en el cuarto, Farah, Tigre y Johan. Estaban haciendo un escándalo, y había una gorda en nuestro cuarto, que milagrosamente no se despertó. El desmadre llego hasta tal punto que los tres rufianes le tiraron el calcetín maldito de tigre en plena cara. La pobre gorda estuvo respirando aquel gas venenoso durante 15 minutos hasta que Johan se apiadó de ella y se lo quitó. Cansados, dormimos con una sonrisa en la cara.

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