jueves, 1 de septiembre de 2011

Eurotrip, dia 1 2 y 3


España

Día uno

Emocionados, 6 de los 7 rufianes nos encontramos en la estación de ADO Altabrisa. Para nuestra sorpresa en nuestro mismo camión también iba Barney, que había decidido ir a Europa a alcanzar a sus amigos. El lunes fue día de viaje, pues llegamos a Cancún a las 11 am, y mientras esperábamos el vuelo que nos llevaría al D.F, jugamos una reta de viuda, en la que a pesar de mi famosa mala suerte para los juegos de azar, resulté ganador. Matamos el tiempo comiendo en Burger King, y se nos hizo carísimo (no sabíamos lo que nos esperaba) y cambiando nuestros pesos sobrantes por monedas de 5 pesos para así comprobar el rumor de que las maquinas europeas aceptan las monedas de 5 pesos como si fueran de dos euros. Por fin salió nuestro vuelo al D.F., en donde lo único interesante fue que juanpablito desenfundo el mítico pasaporte europeo, ganándose así, joda segura durante un mes completo. No tuvimos que esperar mucho para abordar el aeroplano que nos transportaría hasta el viejo continente.

El avión estaba en pésimas condiciones, un Iberia destartalado con los asientos más estrechos que los de un autoprogreso, los cuales a duras penas nos permitieron dormir. Nuestros peculiares Aeromozos fueron nada más y nada menos que el patilludo, y una mujerzuela con un sorprendente parecido al logotipo de aviacsa, los cuales fueron lo suficientemente amables para proporcionarnos los brebajes que causarían la primera peda del viaje, a un chingo de pies de altura. El cambio de horario fue un poco desconcertante, pues mientras nuestros relojes marcaban las 4 de la madrugada, nuestros ojos se entrecerraban por el sol resplandeciente que penetraba por las ventanas del avión.

Llegamos a Madrid a eso de las 2 de la tarde del martes 20 y un amable español (especie en peligro de extinción) nos explico cómo llegar en metro a la parada más cercana a nuestro hostal. Después de nuestra primera experiencia en metros europeos, (con el paso del tiempo nos volveríamos expertos) emergimos a la superficie en nada más y nada menos que el Bronx madrileño, cuando nos logramos ubicar nos encontramos con el Gordo Farah esperándonos en la puerta del hostal atiborrándose de su botana favorita; los famosos “ortitos”. Por fin estábamos completos. Depositamos nuestras mochilas en nuestro cuarto, y nos encaminamos hacia el museo del Prado, que como pocas cosas en Europa, fue gratis. En el camino, mientras nos adentrábamos en la gran vía, se nos acerco un manifestante de color que nos comento que habían 20 mil muertos... La prudencia del buen Johan Salió a flote cuando le gritó “¿ah sí? Pues mi papá mató a 40mil” ¿por qué no? Estuvo a punto de quedarse en Madrid, cuando el negro le grito que le iban a cortar la lengua y varias amenazas que preferimos no oír, mientras apretábamos el paso. Ya en el museo contemplamos obras como “la creación de la vía láctea” y el tríptico de “el jardín de las delicias”. Después pagamos un metro para regresar al hostal, y nos bañamos. Todos ellos salieron a un barecito, pero yo preferí quedarme para estar entero al día siguiente. El último recuerdo que tengo de esa noche, es el de Tigre, siendo sorprendido por la niiiiiiiiña, mientras revisaba sus cosas.

Día dos

Nuestra primera mañana en Europa despertamos emocionados. Con ganas de comernos el mundo, así que nos bañamos en chinga, le tomamos fotos a las nalgas de una pobre compañera dormida que dejo la puerta abierta, y nos encaminamos hacia el estadio de futbol más importante de España, el Santiago Bernabéu; En él recorrimos el museo, nos sentamos en la banca, y orinamos sobre una fotografía gigante de todo el equipo. Johan adoró a su “chulo” Beckham, y todos nos emocionamos cuando vimos la trayectoria del pentapichichi, Hugo Sánchez.

Regresamos a la puerta del sol, y Farah nos convenció de tomar el turibus (solo por que el ya lo había pagado). Y aquí fue donde comenzamos a probar la pericia de los europeos, cuando varios del grupo lograron colarse al turibus usando el truco del ticket en la cámara (para mas detalles favor de consultar a Johan y tigre, autores intelectuales del atraco). Después de un rápido rol por la ciudad, nos fuimos percatando de que en cada parada del turibus, los arboles se mostraban decorados por los audífonos de de los turistas, así que antes de bajarnos, sin poder resistir la tentación, y como buenos mexicanos, tratamos de enganchar nuestros audífonos en los arboles, cada quien a su estilo.

Como teníamos pase libre con nuestros boletos, tomamos otro turibus que nos dejó en el parque del retiro, en el cual Juan Pablo se hizo acreedor de la peor horchata del continente, y la máquina de refrescos nos jugó una mala pasada cambiándonos un gatorade por una mezcolanza de frutas salvajes, que sabia a mierda de guajolote, que sin embargo, nos tomamos ávidamente. Paseando por el parque, nos encontramos a una curiosa cantautora, cantando a todo pulmón a la mitad del parque alguna melodía irreconocible. Escogimos una buena sombra en la hierba, y nos tumbamos a disfrutar del desfile de mujeres, mientras descansábamos nuestros adoloridos y hediondos zoquetes. Tigre, para su infortunio, se durmió profundamente. Mientras nuestras cabezas trabajaban en conjunto planeando la broma que le haríamos, Góngora les preguntó a unas muchachas que estaban sentadas por ahí, si nos podrían ayudar con la broma, lo cual hicieron para nuestro deleite… y el de tigre también. Lo Despertaron diciéndole que sus amigos se habían ido hacía 15 minutos, y que se había quedado solo. Mientras nosotros nos doblábamos de risa tras los arbustos, tigre se hizo al digno diciéndole a la güera “voy a buscar a mis amigos” hasta que le chiflamos, para burlarnos de él. Después platicamos un rato con las muchachas y resulto que dos eran gemelas de Bélgica, (una rubia y morena, ¿Por qué no?) la otra tenía una dentadura que habría sido un excelente caso de estudio para cualquier odontólogo, y la cuarta, una gorda que solo habló para comentar sobre la película del “resacón 2” y que nos dejo apantallados con su voz de hombre peludo y fornido. Después Johan y yo nos separamos del grupo para ver si conseguíamos rentar unos patines para farolear un rato por el parque, cosa que nunca conseguimos. Pero encontré una papelería, donde compré la libreta en la que estoy escribiendo estas líneas. Saliendo del parque, vimos a una vieja que en mi punto de vista, creo que fue la mejor de todo el viaje, pero tenía un novio zarrapastroso así que no hubo ni ocasión de hablar con ella.

Regresamos al hostal cansados, pero con ganas de salir al cagadero, así que después de que el pinche gaucho dueño del hostal nos embrocara cobrándonos 10 euros por dejar las maletas en sus lockers, nos sentamos en la sala común del hostal a esperar a los demás, y cuando bajé, encontré a los rufianes hablando con una pareja formada por un fisicoculturista inglés y una australiana con el mejor fundillo de Europa (que por cierto le apodamos, la clavículas), sin duda alguna. Compramos unos tintos de verano, y salimos a recorrer las calles de Madrid en busca de un mítico lugar llamado “los cien mandaditos”. En el camino tuvimos el mal tino de seguir al Gordo Farah, que supuestamente nos llevaría a ese bar; vagamos perdidos alrededor de una hora, hasta que por fin encontramos el lugar, donde estuvieron a punto de sacarnos varias veces por escandalosos, especialmente cuando a un pobre mesero se le cayó la bandeja y nosotros gritamos como buenos mexicanos. Después de que mis compañeros tomaron todo lo que pudieron, (y Farah se “conecto” a una física mexicana de aproximadamente 50 años, más fea que la puta que la parió) salimos (salieron) de los cien mandaditos con un considerable nivel de alcohol en el torrente sanguíneo. Como prueba de esto, Juan Pablo tomó un cono de la calle y usándolo como megáfono, asumió su papel de John locke y le gritó al mundo that… “We are not the only people on this island and we all know it”. Varios Rps trataron de hacernos entrar a los bares ofreciéndonos “chupitos” cosa que al principio nosotros escuchamos con desconfianza, hasta que nos explicaron que en España a los shots, se les llama Chupitos. Al fin decidimos entrar a un bar que se llama la Monalisa, en el cual, modestia aparte, fuimos el alma de la fiesta, armando un cagadero tanto afuera, como adentro. La gente de la calle nos seguía cuando empezábamos a cantar las canciones mexicanas, e hicimos bailar a una variedad de gente impresionante, desde italianas guapísimas, hasta unos grifos de sepa la verga que extraño país. Conocimos a una chinita que se llama pueblo, e hicimos un hallazgo que nos acompañaría a lo largo del viaje… el Famosísimo “hatabajo”.

Cuando logré convencer a todos los borrachos de que si no nos íbamos en ese momento el último camión al aeropuerto nos dejaría, nos encaminamos hacia el hostal a buscar nuestras mochilas, y después tomamos el autobús con el camionero más grosero, hijo de puta, ojalá lo despidan, que he conocido. En el autobús, Farah nos hizo la noche tratando de entablar conversaciones, aun estando pedísimo, con todas y cada una de las personas que tuvieron la mala fortuna de sentarse cerca de él, recuerdo una chica que viajaba hacia las islas griegas, y a un veterano procedente de Italia, que no entendía ni una sola palabra de lo que el gordo trataba de decir.

Llegamos a aeropuerto sintiéndonos en casa, así que nos chaleamos en el baño, y preparamos un campamento de lo más cómodos contratamos internet para poder ver/oír el partido de México, y así pasamos nuestra primera noche en un aeropuerto, cansados, borrachos y felices.

Después de un corto vuelo, arribamos en La capital del skate y la arquitectura, Barcelona. Apenas llegamos le mandamos un pin a Laura Llanes, una amiga de Cancún que estaba estudiando en Barcelona, y nos explicó a que salida del metro teníamos que ir. En el aeropuerto, el gordo Farah tuvo la ocurrencia de separarse del grupo por alguna razón desconocida, y el resultado fue que, por decisión unánime, lo dejamos. Hambrientos y ansiosos por conocer Barcelona, salimos a la superficie y nos sentamos a esperar a Laura, que prometió vernos ahí. Desparramados sobre nuestras mochilas nos sorprendimos cuando vimos al primer vagabundo dándose un festín patrocinado por el basurero de la calle. Al fin llego Lau, y Después de las correspondientes presentaciones, nos dirigimos al Burguer King a comer como reyes. Mientras deglutíamos con sumo placer se nos acercó una de las gitanas de las que estábamos tan advertidos a ofrecernos quien sabe que cachivache, a la cual despedimos rápidamente. Aproximadamente 5 segundos más tarde, una chinita que estaba sentada a dos mesas de nosotros, comenzó a gritarnos en ingles que un pelaná había agarrado algo de alguna de nuestras mochilas, algunos salimos corriendo a buscar al ratero, y la chinita y su esposo salieron con nosotros. Pero después vi que Laura se estaba quedando sola con todas las mochilas, así que decidí regresar con ella. Los demás acorralaron a los rateros en el sótano de un McDonalds y los amenazaron con llamar a la policía mientras la chinita le gritaba quien sabe que en mandarín, y su esposo le tomaba fotos cual paparazzi, hasta que al infeliz no le quedó más remedio que devolver el objeto robado… el Ipod de tigre.

Contentos por haber frustrado el robo de los carteristas, regresaron a comer sus hamburguesas ya frías. Pero que aún así, supieron a gloria. Mientras ellos terminaban de comer, Jp, Laura y yo decidimos adelantarnos para ir a buscar las llaves del departamento que habíamos rentado a falta de hostales. Los demás quedaron en esperar a Farah, en el mismo Burguer King. Tardamos aproximadamente una hora en encontrar las oficinas de daily flats, y regresar al Burguer King con la llave. Farah ya estaba con el resto de la banda.

Mochilas al hombro, nos encaminamos por las famosas ramblas admirando a las estatuas vivientes vestidas de un sinfín de personajes sumamente detallados, entre ellos destacaban algunos moluscos procedentes de “piratas del Caribe” y otros demonios con cierto parecido al famoso “gallo negro”, creación de Farah.

Grande fue nuestra sorpresa cuando deslizamos la tarjeta magnética por la cerradura de la puerta y nos encontramos con un departamento de lujo, con aire acondicionado general, amoblado con fina caoba, una televisión de 50 pulgadas, sala, cocina, comedor, balcón, tres habitaciones comodísimas, y dos baños dignos de la realeza. Así que con la misma, nos desvestimos, le agradecimos a Laura habernos llevado hasta ahí, y nos tumbamos en las blanquísimas sabanas a dormir su cruda y mi cansancio.

Nos despertamos repuestos y libres de toda perturbación. Así que nos metimos a bañar, y descubrimos que los baños tenían seguro… mala idea, las puertas se abrieron, volaron calcetines, y mi bóxer fue a parar sobre la regadera de uno de los baños… y se quedó ahí para siempre. El otro baño quedó en estado inservible en cuestión de minutos cuando alguien defecó un pestilente mojón que después fue cubierto por otro similar de algún valiente que no aguantó las ganas y decidió descargar ahí mismo. A ese baño se le bautizo “el baño de los 7 vientos” por el olor nauseabundo que minaba todo el departamento. Cabe mencionar que algunos de los rufianes perfeccionaron el acto “tres en uno” mientras uno se baña, uno libera a Willy, y el otro se lava los dientes.

Engalanados, fuimos a las ramblas a encontraros con Laura, quien nos informó que correamos con suerte, pues había una fiesta en la playa que se llamaba San Juan y que iba a estar poca madre. Sin saber que esperar, seguimos a Laura que nos llevo a cenar a un lugar de pizzas deliciosas, y después mis compañeros cometieron el error de comprar un vino de barril caliente, el cual si no fuera por Góngora, que mostró la valentía de un guerrero y lo estuvo pichuleando toda la noche, se hubiera quedado intacto.

Los insaciables estómagos de los rufianes seguían rugiendo a pesar de las pizzas, así que Laura nos condujo entre callejones a un restaurante cercano a la playa, para que comieran algo más y tomaran lo que pudieran antes de irnos a la fiesta. Laura y yo no entramos y nos quedamos en el malecón platicando, mientras los demás comían lo que según ellos, fue el mejor sándwich de su vida, hasta que casi sacan a Johan por nosequé (aunque no se me dificulta imaginármelo) y decidieron alcanzarnos en el malecón para ir a la fiesta.

Fiesta que resultaría cagadero. Sesenta mil personas, fuegos artificiales, millones de paquistanís vendiendo cervezas y demás estupefacientes, música, mujeres en bikinis, en fin. La fiesta. Ni tardos ni perezosos mis compañeros se dedicaron a ingerir cerveza tras cerveza hasta que se les subió la fiesta. Después Laura nos presento a uno de sus amigos; se llamaba Carlos y era mexicano. Ya conformado el grupo por nueve mexicanos, encontramos un lugar en la playa, y nos sentamos a disfrutar de la música, mientras veíamos la dentadura flotante. A media platica, llegan Mike y Tigre con dos Gringas que acababan de conocer, y se sentaron con nosotros, las estuvimos jodiendo un rato, pues una de ellas tenía el coeficiente intelectual de un turix, y la era una gordita de pelo rizado que no aportaba nada a la plática. De repente, la pareja que estaba al lado de nosotros decidió que era un buen momento parar ponerse a fajar, así que no lo pensaron dos veces y se pusieron manos a la obra… literalmente. La gordita los veía con una cara de deseo que no nos hubiera sorprendido que fuera a ofrecerse para un trío ahí mismo. Después de muchas jodas, y de asegurarle a la gringa que Góngora era sobrino de Carlos Slim, decidimos despacharla y salir a buscar más… cosa que no logramos. La pareja de fajadores se apiadó de nosotros y cuando se dieron cuenta de que había demasiado público para el siguiente paso, se levantaron, nos regalaron el resto de su alcohol y se fueron; no me cuesta trabajo deducir a donde.


Es mencionable que las colas para los baños estaban peor que las del carnaval de Mérida, así que era mucho más conveniente orinar a orillas del Mediterráneo. Pero en una de las orinadas, el mar decidió cobrar venganza y empapó a tigre, escaldándolo.

De regreso al depa, nació el vuelo del águila y Juan pablo, sin saberlo, tomo el papel de la pantera rosa ante ojos de mis compañeros, los cuales de milagro llegaron al depa, dado su perfecto estado de ebriedad. Dormimos como campeones.

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