martes, 6 de septiembre de 2011

Dia 4 Barcelona


Despertamos, nos bañamos todos en el único baño funcional (el de los 7 vientos había llegado a ser inutilizable en este punto) y decidimos tomar el turibus para conocer los puntos básicos de la ciudad.

Cuando llegamos a la cola del turibus, y nos dijeron que el “susto” era de 27 euros, todos lo sufrimos, pero Johan y Farah, los mas gandayas de los Rufianes, se pusieron a maquilar un elaborado plan para entrar gratis, al turibus, el plan consistía en lo siguiente: Los hombres de bien, y buenos samaritanos (todos los demás ) entraríamos pagando nuestros respectivos boletos, y ya una vez boleto en mano, subiríamos al segundo piso del turibus, meteríamos nuestro boleto en la cámara, y se la arrojaríamos a Johan y a Farah, que estarían esperando en la cola para subirse al turibus. El plan parecía perfecto, pero los atracadores no contaban con la incontenible diarrea que asediaba al pobre camionero, que por azares del destino, y la mala leche de nuestros compañeros, decidió arrancar el turibus, justo antes de que les pudiéramos lanzar la cámara. Nos desternillamos de risa mientras los veíamos correr tras el turibus con la esperanza de que dejáramos caer nuestros boletos. No los volvimos a ver hasta la tarde.

El bienaventurado camión nos llevo a través de las partes importantes de Barcelona mientras el guía nos mostraba cuales eran los edificios diseñados por Gaudí, aunque en realidad eran bastante fáciles de identificar dado la extravagancia que los caracteriza. También nos mostraron la antena con forma de antorcha olímpica, y algunas esculturas surrealistas de gran tamaño.

Nos bajamos en algún lugar incierto que nos llamó la atención por las cuatro columnas gigantes que lo hacían resaltar en el panorama, en esa parada del autobús, caminamos sobre un trozo de escarpa (acera o banqueta para los chilangos) que estaba constituido de puro vidrio, y no pudimos evitar la sensación de vértigo que produce el caminar sobre el cristal translucido.

Cruzamos la calle dirigiéndonos a los enormes pilares, cuando Góngora soltó un grito de excitación tan fuerte, que ni su más ferviente amante ha tenido la desdicha de escuchar. Acto seguido emprendió una carrera hacia un edificio que se veía a lo lejos diciendo, “ahí está, ahí está” el resto de los rufianes lo seguimos sin preguntar, y lo mismo hicimos cuando un guardia obeso nos cobro dos euros para entrar a un edificio completamente… ¡VACIO!

Si, el infeliz de charles, nos había hecho pagar dos euros para entrar al Pabellón de Alemania en Barcelona, un monumento para él y para toda la pandilla de arquitectos, pero una total estafa para el resto de los mortales que no entendemos nada de ese complejo arte; el edificio constaba de una banca, una pared, un espejo de agua, y una hija de puta silla en la que ni siquiera estaba permitido sentarse y que para colmo, todo se podía ver perfectamente desde afuera. Terminamos recorriendo el jardín trasero de la efímera construcción con la esperanza de que nos atacase alguna culebra multicolor, o pase algo digno de ser contado. El pabellón fue construido hace no sé cuantos años por Van Der Roe, que según esto proponía que “menos es mas” pues yo, Tomás Ceballos, propongo que me devuelvas mis dos euros ¡pinche Góngora!

En fin, después de cagotear ampliamente a nuestro querido arquitecto, nos dirigimos a las columnas, subimos un chingorrocientos de escaleras en las cuales varios de mis compañeros se quedaron sin aliento, y tomamos las fotos correspondientes. Cuando nos cansamos del lugar, decidimos tomar de nuevo el turibus, para visitar la pedrera, uno de los más importantes edificios de Gaudí, en el que supuestamente George Lucas, seguramente ayudado de algunos cuantos porros de marihuana, había inventado los uniformes de los storm truppers, (dato cultural para los fanáticos de star wars).

Regresamos del la pedrera para encontrarnos con los dos rufianes extraviados, y ya en el depa nos contaron que Agarraron absolutamente todas las rutas del turibus. Después algunos nos tiramos a dormir una siestecita, mientras el resto de valientes se lanzo al supercito que estaba al final de nuestro callejón (esquina de wok to walk) y se aventaron la cocinada, Góngora como chef principal, y Mike como Pinche. Despertamos para comer una pasta bastante decente comparada con la que comeríamos unas semanas después, llego Laura al depa, y le sacamos jugo y aprovechamos hacer la pre en el depa antes de que nos cierren el metro. El plan era ir a un antro en el que Laura nos había puesto en la lista para que nos dejen entrar. Antes de que cierren el metro decidimos ir al antro, pero en el camino nos encontramos con una pandilla de mexicanos igual de pedos que mis compañeros, y por segunda ocasión, deleitamos los oídos de los españoles con canciones mexicanas, nos hicimos cuates de estos cabrones que cabe recalcar, algunos llevan mas de un año de trip, y ya se sabían todas las mañas; estaban tan cabrones que habrían mandando a imprimir credenciales de menores de 15 años (todos tenían barba, y uno hasta estaba medio calvo) y credenciales de prensa, para así poder pasar gratis a todos los lugares turísticos. Si nosotros nos sentíamos unos chingones, no éramos nada a comparación de ellos. Chilangos tenían que ser.

En fin, nos bajamos del metro toda la bola de mexicanos cantando hasta que algún adormecido español descargo su ira con nosotros lanzándonos un huevo desde su ventana, la atrevida yema de este, osó pringar los zapatos de Johan…

Luego entramos a una antrucho de mala muerte en cual no estuvimos ni el tiempo suficiente para que se acaben una cerveza, hasta que uno de los otros mexicanos se perdió, lo encontramos como media hora después y nos contó que se había puesto a jugar con un cono de vialidad y los policías lo habían cateado hasta tal punto de “canastearle” (palabra de Farah) los huevitos.

Ya completos, nos fuimos en taxi hacia el antro al que supuestamente íbamos a ir, y los mexicanos mañosos, se las arreglaron para que nos dejen pasar gratis, con tal de dejarle al cadenero una buena propina al final. Obvio no le dimos nada.

En el antro lo único mencionable es que Tigre y Góngora se perdieron y nadie sabe porque, pero terminaron en un casino. Mientras Johan y Juan Pablo hacían uso de su irresistible masculinidad para ligarse a un barman español que les estuvo proveyendo shots gratis hasta que se dio cuenta de que no iba a lograr nada con ellos, y Farah, el Gran Farah, se reventaba el único pedo capaz de asustar al guardia mastodóntico que se acerco con afán de sacarnos del antro, pues ya era hora de cerrar.

Ya afuera del antro, nos despedimos de los mexicanos y nos dirigimos a nuestro depa, a dormir para estar listos para el día siguiente, pues teníamos agendado el Camp Nou, y la Sagrada familia…

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